Hubo una vez un leñador que consiguió trabajo con un mercader de maderas. El pago era bueno y las condiciones de trabajo también. Por ende el leñador se esmeró en su faena. El jefe le dio un hacha y le mostró el bosque donde debía talar.
El primer día, el leñador cortó 18 árboles. “felicitaciones” le dijo el jefe, “siga así!” Motivado por las palabras del patrón, se esforzó aun mas al día siguiente, sin embargo solo pudo cortar 15 árboles. Al tercer día a pesar de sus esfuerzos, apenas taló 10 árboles. Día tras día talaba menos y menos árboles. “Estoy perdiendo mi fuerza” pensó el leñador. Se disculpó ante el jefe diciendo que no entendía lo que le pasaba.
“Cuando fue la última vez que afilaste el hacha?” Le preguntó el jefe. “Afilar el hacha? No tuve tiempo, estuve demasiado ocupado cortando los árboles…”
Reflexión: Así es nuestra vida. Hay momentos en los cuales nos afanamos tanto que no tomamos tiempo para afilar el “hacha”. En nuestro mundo actual, pareciera que estamos mas ocupados que nunca, y menos felices por ello. Porqué será? Nos habremos olvidado de mantenernos “filudos”?
No hay nada mal con el trabajo y actividad. Sin embargo, no debemos ocuparnos tanto en él que nos olvidemos de las cosas mas profundas e importantes de la vida: nuestra vida personal, tomar tiempo para acercarnos a nuestro Creador, darle mas tiempo a nuestra familia, leer un libro etc.
Precisamos de tiempo para relajarnos, pensar y meditar, aprender y crecer. Si no hacemos tiempo para afilar el “hacha”, nos volveremos opacos, débiles y perderemos nuestra efectividad.