La vida se edifica sobre la base de una serie de decisiones que van desde lo trivial hasta los dilemas más profundos: ¿Qué me pongo hoy? Qué voy a desayunar? ¿Con quién me caso? ¿Qué carrera debo seguir? Tanto las grandes como las pequeñas decisiones se combinan para ordenar nuestros días, definir quiénes somos y en gran medida, establecer el grado de felicidad y satisfacción de que gozamos. Irónicamente, suelen ser las decisiones más intrascendentes las que ocupan la mayor parte de nuestro tiempo y atención, mientras que las más medulares, las que más pesan e influyen, quedan desatendidas o postergadas. ¿Qué quiero hacer en la vida? ¿Qué clase de persona aspiro a ser? Es muy posible vivir día a día sin zanjar esos grandes interrogantes: millones de personas lo hacen. Lo malo es que esa forma de abordar el futuro las más de las veces deriva en desencanto y pesar en lugar de redundar en verdadera satisfacción y felicidad. Alguien dijo con cierta cuota de ingenio: «Si no sabes a dónde vas es probable que acabes en otra parte». No te metas en ese laberinto. Descubre qué es lo más importante para ti y persíguelo con tesón.